Siguiendo con mi costumbre de publicar comentarios sobre traducción que generan poca conversación (¡gracias Hebe por las respuestas!), me gustaría pensar un poco una similitud que encontré hace no mucho entre el traductor y una imagen que usa Platón en el Timeo. La idea me llega a través de un ensayo que desarrolla Derrida llamado Khôra.
Es muy difícil explicar qué es la khôra. Es algo así como un elemento femenino, maternal. Platón la describe como un “tercer elemento ausente, la tercera naturaleza o el tercer tipo” (triton genos, 52b), una suerte de receptáculo espacial indeterminado en el cual se “engendra” la apariencia sensible de los paradigmas eternos. La khôra sería algo intermedio entre la eternidad del mundo de las ideas y el devenir del mundo sensible. Sobre todo, si bien no pueden percibirla los sentidos sino la mente, eso no quiere decir que sea un objeto inteligible, como los son las formas.
Derrida coloca en esta posición a Sócrates: en un juego dialéctico en el cual cada “contendiente” postula una perspectiva determinada sobre la verdad, Sócrates cumple la función de ese receptáculo que se llena con las afirmaciones de cada uno de estos contendientes para luego generar una postulación diferente. Al igual que a la khôra, esas verdades momentáneas no lo manchan, no lo cubren del todo, sino que lo "habitan" por un tiempo para generar algo determinado.
No resulta muy difícil ver en este lugar al traductor. Tal vez no se trate de un punto mediador en el juego dialéctico, por supuesto, pero no deja de ser ese receptáculo que genera sentidos en base a formas que se le escapan, al menos en su totalidad. No somos ingenieros, no somos abogados, no somos técnicos, etc.: somos consultores lingüísticos. En el momento de la traducción nos llenamos de la lógica de la disciplina en la que estamos trabajando para más tarde "vaciarnos" de sus verdades y aferrarnos a otras. Somos un poco como el actor, incluso al punto de que no todos podemos entender todos los textos. Cada texto “congenia” más con una o con otra persona. Y después está, claro está, el problema ético que se desprende de ello...