Alguna vez he tenido conversaciones sobre ética de la traducción con más de un traductor, pero entre ellas recuerdo en especial una en la cual yo planteaba el problema de traducir, por ejemplo, propaganda nazi con la consciencia de lo que ella implicaba. El contraargumento era que si una persona no lo hacía, seguro iba a hacerlo otra. Mi argumento era que yo no lo hacía. El peso lo pongo en la diferencia, en que cada una de las acciones del hombre apoyan siempre algo, aun cuando el apoyo no sea consciente.
Claro, por el gusto de discutir conmigo mismo, y apoyado por mi falta de fe en la elección, no pude evitar discutir conmigo mismo. Fue entonces que entró en juego un pequeño trabajo en el cual había volcado mis impresiones sobre el idioma hace un tiempo. En esencia, buscaba cuestionar el derecho, con muchas de las ideas que vuelven a mí con frecuencia. Pero ese trabajo llevó a otro en el cual aplicamos, junto con un matemático, los principios de la teoría del caos al lenguaje.
Es difícil explicar un conjunto de conceptos tan complicados en un espacio tan reducido (como siempre digo). En pocas palabras podría decirse que un sistema dinámico es un sistema complejo que presenta variaciones a lo largo del tiempo. Existen tres tipos de sistemas dinámicos: los estables, los inestables y los caóticos. Por caótico no se entiende un sistema falto de orden, sino un sistema que combina los dos tipos anteriores (estables e inestables) y cuyo comportamiento es impredecible.
Ahora bien, la correspondencia entre los elementos del signo lingüístico están mediadas por diferentes elementos que van desde lo cultural hasta lo psicológico, Es algo que sabemos después de haber dejado atrás el realismo, por supuesto. Esas mediaciones producen determinadas variaciones en el sentido del texto que van modificando no ya el significado (que no conocemos por completo) sino la intención del emisor original y va generando nuevos sentidos, nuevas nuances en torno a un elemento en común que va completándose con las diferentes interpretaciones. Esa es una de las manifestaciones del carácter caótico del lenguaje. El autor puede tener una intención, pero eso no quiere decir que ese sea el sentido de su escrito. ¿No pasó con Cervantes cuando escribió el Quijote como una broma por el fanatismo que despertaban las novelas de caballería en su época? ¿No pasó con García Márquez, cuando sostenía que su gran obra no era Cien Años de Soledad, por la cual le habían dado el Nobel, sino El amor en los tiempos de Cólera? Los críticos comentaban ciertas características de Pedro Páramo que Juan Rulfo mismo decía recién entonces descubrir.
Así, las desviaciones no se producen ya en el tiempo, al modificarse las correspondencias entre los elementos del signo lingüístico (cualquiera sea este), sino en el espacio mismo, en la intencionalidad y la interpretación entre receptores.
No sé si queda clara la problemática ética que presenta el carácter caótico del lenguaje: nosotros podemos creer elegir, podemos pensar que con una acción nuestra en un momento determinado estamos oponiéndonos a esa parte del mundo mismo con la cual no estamos de acuerdo, pero es apenas un chirrido de ratón en un océano de aullidos. Esto no quiere decir que tengamos que dejar de hacerlo. Resulta sin embargo gracioso el ver cuando las personas se enojan en situaciones semejantes. Sí, elijo, o al menos creo elegir, y baso mi elección en las repercusiones que mi acción va a tener pero, al igual que el lenguaje y como todo sistema abierto, ¿cómo puedo predecir qué repercusiones van a tener mis acciones? ¡Tal vez traduzca un manual de heladeras y caiga en manos de un sociópata que lea en él una excusa para desplumar pollitos! ¿No leyó Hitler en Nietzsche una excusa para matar judíos, aun a pesar del expreso repudio nietzscheano a toda forma de antisemitismo –lo cual él consideraba una de las manifestaciones más claras de la decadencia alemana?
Por supuesto, el problema supone varias complicaciones para la traducción misma que en algún momento abordaré. Por el momento, tenemos suficiente para pensar con lo dicho.