Desde hace tiempo ya, el pensamiento estadounidense, expresado en su mayoría a través de las artes, está haciendo hincapié en la relativización del concepto de bueno. En pocas palabras, el argumento podría resumirse de la siguiente manera: lo absolutamente bueno puede conducir por radicalidad a lo malo. Los límites se desdibujan y todo pasa a verse en escalas de grises. Es un pensamiento muy reparador, sobre todo en épocas como estas.
Está de más hablar del "melting pot" y la relativización de los valores morales por la ampliación del espectro cultural dentro de los Estados Unidos. Sin embargo, como traductores, es de especial interés para nosotros la repercusión que eso tiene en la lengua.
Siempre me he considerado un purista en lo referente al idioma. Si tenemos una palabra en castellano, ¿por qué castellanizar una palabra extranjera? No obstante, hemos empezado a enfrentarnos a varios problemas que, desde hace años ya, se han venido haciendo más profundos gracias a los medios de comunicación. En especial en el campo de la informática, hay verbos que definen ciertas cosas para las cuales no tenemos palabras en castellano. Pero, por el contrario ¿por qué hablar de "butear" una computadora cuando se puede decir "reiniciar"? ¿Por qué hablar de un "site" si podemos hablar de un "sitio"? Es un procedimiento subliminal (y a la vez, no): de a poco se va eliminando la identidad cultural heredada con el idioma para incorporar una cultura en un idioma extranjero. La pregunta es, ¿dónde trazar el límite?