No es poco frecuente que, cuando alguien tiene una visión crítica del capitalismo, se atribuyan esas críticas a ciertas simpatías por el socialismo, como si se tratara de una antítesis irreducible, dos opuestos irreconciliables. Se deberá, quizá, a una desinformación general, a un desconocimiento del hecho de que ambas doctrinas surgieron en la misma época y en la misma nación.
Los tintes que dan forma al capitalismo moderno están demasiado cargados de liberalismo, esa palabra que no puede sino hacer ruido cuando se la nombra. La doctrina liberal hace especial hincapié en el individuo, su libertad y la igualdad frente al derecho. Ahora bien, cada vez que hablemos de cualquiera de estas tres cosas, nuestro discurso va a estar limitado al contexto social en el que las mencionamos, por supuesto. Pero sin ahondar demasiado en un tema que da para una discusión muy larga, no es difícil cuestionar cualquiera de los principios y, por extensión, el de libertades individuales en el contexto en el cual hoy en día se los utiliza. El capitalismo liberal social propone la no intromisión del Estado en la conducta privada de los individuos, mientras que en el socialismo, según lo entendía la doctrina marxista, la función del Estado se limitaba a regular las relaciones entre los individuos como preparación para un futuro “paradisíaco” en el cual la nación estaría regida por la razón y el Estado ya no sea necesario. Mientras para el capitalismo el Estado interrumpe las libertades individuales (obsérvese cualquier película de Spielberg, al respecto... por ejemplo, Minority Report), para el socialismo, es un medio de educación para la consolidación de la Revolución del Proletariado.
Uno de los principales argumentos de los que se vale el discurso hegemónico del capitalismo es el esgrimido por Fukuyama en tantas conferencias que ha dado alrededor del mundo: la prueba de que el socialismo era un error se encuentra en el hecho de que fracasó. ¡Vaya falacia del Dr. Fukuyama! Con arte pernicioso toma a Hegel para explicar cómo las revoluciones liberales (industrial y francesa) fueron la manifestación más reciente de un proceso de desarrollo hacia la libertad que continúa hoy en día en los Estados Unidos. (¡¿Qué habría pensado Hegel?!) Una vez más, volviendo al cine, y cuando se piensa en estas cosas, ¿no cobran un nuevo sentido películas como "National Treasure" y el hecho de que todos los tesoros de la historia de la humanidad estén enterrados bajo la Casa Blanca, por ejemplo?
Hay que reconocerlo, sin embargo: no hay cultura dominante en la historia de la humanidad que no se haya creído el fin de la historia. ¿No pasa lo mismo con la mayoría de la gente, en cierta medida? ¿En qué medida es posible la democracia cuando los intereses que conforman una situación dada no se manejan siempre con el mismo poder, cuando quienes intervienen no están en igualdad de condiciones?