1. Portugués
Los dos idiomas son parte de un grupo lingüístico más amplio conocido como grupo Ibero-Occidental.
Considerando que el grado de similitud léxica entre el español y el portugués es del 89%, podría decirse que se trata del idioma más fácil de aprender para los hispanoparlantes. En cuanto al vocabulario no compartido, en gran parte se debe a que el español conserva palabras de origen arábigo, mientras que el portugués no tuvo esa influencia y en muchos casos sustituyó esos términos con raíces latinas y/o francesas.
Al igual que en el español, las preguntas se diferencian de las afirmaciones únicamente por la entonación (¿me amas?), de manera que si lo puedes decir en portugués, también lo puedes preguntar.
La pronunciación es relativamente sencilla, aunque algunos de los sonidos vocales nasales requieren de práctica. Al momento de elegir con quién aprender, ten en cuenta que existen diferencias entre el portugués brasilero y el europeo.
Cuidado con los “falsos amigos”, ya que por ejemplo, “aceitar” es aceptar y dar una “prenda” es dar un regalo.
2. Francés
El francés también es una lengua romance, que comparte formas verbales con el español así como el hecho de que los sustantivos varían según el género (le crayon, la table). La pronunciación es un poco más difícil, debido a la gran cantidad de sonidos nasales y guturales por un lado, y las letras silenciosas por el otro, letras que son mudas según la posición que tengan.
Un pequeño truco recurrente con los verbos: en las tres personas del singular, a pesar de que los verbos conjugados se escriban diferente, se pronuncian igual y por eso es más fácil hablarlo que escribirlo: Je connais /cone/; Tu connais /cone/; Il connait /cone/. Todos conocemos.
Al igual que con el portugués, el vocabulario derivado del latín se vuelve fácil para los hispanoparlantes (edifice, royal, cirque).
3. Italiano
Lengua romance si las hay, el italiano es muy fácil de leer por quienes hablamos español, salvo por algunos fonemas y letras dobles (doppia mozzarella). Sin embargo, no porque podamos copiar el “cantito” que tienen los italianos al hablar significa que podamos parlare italiano.
La mayoría de las palabras en italiano terminan en vocales, incluso los plurales, que terminan en “e” o “i”, y no en “s” como estamos acostumbrados. Otra diferencia es que no usan la letra J ni la Ñ, y la X-Y-W sólo aparecen en palabras extranjeras.
Las similitudes son muchas e importantes: la construcción de las oraciones es como en español (sujeto + verbo), hay una conjugación para cada persona, y los verbos tienen raíz y desinencia como en español (are-ere-ire).
Este idioma es mundialmente conocido por su influencia en la gastronomía. Muchas veces es buen incentivo “estudiar” a partir de la carta de restaurantes italianos, pidiendo cosas como panino, bruschetta, agnolotti, mozzarella, pasta al dente, etc.
En Argentina en particular, la mezcla del italiano con el español ha dado origen al lunfardo, un dialecto con expresiones como “laburar” (de laboro, trabajar), “festichola” (del italiano festicciola), “filito” (de filo, novio o amante), “mina” (femmina, mujer), “yeta” (de getta, mala suerte) o yirar (de girare, dar vueltas, andar en la calle) aún muy presentes en el hablar cotidiano.
4. Catalán
La mayoría de las palabras del catalán -también llamado “valenciano”- proceden del latín, aunque por supuesto existencias influencias históricas y continentales, de lenguas tan variadas como el alemán, el gótico, el inglés, el francés, el occitano, el árabe, y también, por supuesto, el español (senzill, xoriço, amo, burro).
A la hora de aprender a escribir, el catalán tiene una característica única: la escritura de la L geminada: “l•l” (como en intel•ligent) y una suerte de reemplazo de la “ñ” por la ny (piñón, pinyó).
Créanlo o no, según la revista Ethnologue (2009), hay más de 11,5 millones de catalanoparlantes en 18 países alrededor del mundo, por lo que no será tan difícil encontrar con quien conversar. Además, siempre se puede recurrir a las canciones de Juan Manuel Serrat en catalán para practicar.
5. Rumano
El español y el rumano son lenguas romances emparentados pero no inteligibles, porque el rumano toma muchos términos cotidianos de idiomas eslavos y húngaros. Por eso mismo, se supone que se hace difícil aprender el idioma. Bueno, no es tan así.
El rumano es, en teoría, el idioma actual más parecido al latín, del cual ha preservado gran parte de la estructura gramática. Con casi el 80% del idioma basado en el latín, tenemos mejores chances de entendernos sacando provecho de los términos con un mismo origen etimológico –los cognados-, como obiect (objeto).
Hay que admitir que los artículos son un poco complicados, porque los artículos definidos se usan como un sufijo al final de los sustantivos (frate/ fratele, hermano/el hermano), mientras que los artículos indefinidos aparecen antes del sustantivo como en el español (copil/un copil, niño/un niño).
6. Inglés
Con acento o sin acento, lo cierto es que la pronunciación del inglés es relativamente fácil para los que hablamos español, más allá de que el inglés tenga 20 vocales / diptongos, mientras que el español tiene sólo 10. La trampa inicial es que las palabras no necesariamente se pronuncian como están escritas (¡y la h no es muda!).
Hay muchos ejemplos de “falsos amigos” (cognados como compromise / compromiso o carpet/carpeta) y cuasi-homófonos que te pueden traer algunos problemas al principio: my favorito es ***** / beach.
La conjugación de los verbos es más sencilla que en español, es muy fácil inventar nuevos conceptos tan sólo con sufijos o prefijos y last but not least, puede ser divertido aprender phrasal verbs, idioms y slangs mirando películas y series o escuchando música que nos guste.
Lo bueno es que siempre vas a encontrar a alguien con quien practicar, no sólo porque hay más de 309 millones de nativos (o 400 millones, según la fuente consultada), sino porque es ampliamente estudiada como segunda lengua.
7. Afrikaans y/o Neerlandés
El inglés y el afrikaans derivan de la familia de idiomas germánicos occidentales. La fonética y la pronunciación son parecidas, de manera que quien domina el inglés, puede pasar a aprender afrikaans siempre y cuando aprenda que la “g” es más parecida a una “jt”.
Puede ser incluso más fácil que el inglés, porque no usa la entonación. Una vez que se memoriza el vocabulario, se pueden construir las oraciones como si fueran una torre de Lego sin siquiera conjugarlas. Sí, tal como lees, en afrikaans no hay conjugación de verbos, ni género femenino o masculino ni pronombres (mío, mi, quien, etc.). Es un idioma que usa mucho la lógica.
El neerlandés, nombre correcto para el holandés, está emparentado con el afrikaans y son mutuamente inteligibles. Como decía mi profesora, “el neerlandés es un puente entre el inglés y el alemán”.
8. Alemán
Mi amiga alemana cree que tal como en el español, a cada letra se le asigna sólo un sonido en su idioma. El tema es que no está completamente en lo cierto. En alemán, por ejemplo, la “e” y la “u” suenan como en español, pero juntas se transforman en “oi”, lo cual a un alemán le parece perfectamente obvio.
El alemán tiene pocas reglas de pronunciación específicas, que una vez que se aprenden se repiten en todos los casos. En esto es más fácil que el francés.
Las dificultades más grandes aparecen cuando hay varias consonantes juntas… lo cual sucede a menudo, porque existen muchas palabras compuestas como Haarschmuckfachgeschäft (tienda especializada en adornos para el cabello).
Hay 3 géneros: masculino, femenino y neutro, cada uno con sus declinaciones correspondientes. La buena noticia es que es un idioma bastante lógico, por lo tanto, si uno dedica varias horas-silla a aprender las declinaciones de memoria, se puede avanzar muy rápido.
No resulta tan fácil como el inglés, porque tiene menos términos latinos, pero se supone que sea el idioma de la filosofía por su facilidad para crear nuevos conceptos combinando palabras y vale la pena darle una oportunidad.
9. Griego
Hablando de filosofía, aprender este idioma nunca está de más como herramienta para mejorar la comprensión de Aristóteles y compañía. Además, hay otras ventajas académico-profesionales: muchos términos del vocabulario científico vienen del griego.
Puede ser que al verlo escrito creamos que se trata de un texto en ruso y que el alfabeto distinto al hispánico nos desanime a aprenderlo. Sin embargo, al hablarlo, los sonidos de las vocales y consonantes son similares a los del español.